88 P.R. Dec. 272 | Supreme Court of Puerto Rico | 1963
Juan Vega Santos fue acusado y convicto en la Sala de Bayamón del Tribunal Superior, en juicio cele-brado ante jurado, por un delito de homicidio involuntario por razón de haber dado muerte a Nemesio Sánchez Mon-tañez con un camión que manejaba el acusado en o allá para el día 17 de junio de 1960. El jurado rindió veredicto de cul-pabilidad y fue sentenciado a sufrir un año de cárcel y se le suspendió su licencia de conductor por el término de dos
“En este caso el Fiscal ha traído prueba de que el acusado, una vez ocurridos los hechos, se fué del sitio de los hechos. Debo instruirles que la huida de una persona inmediatamente después de la comisión de un crimen o de un acto delictivo es una circuns-tancia que puede ser considerada por el jurado como demostra-tiva de una consciencia [sic] no exenta de culpabilidad; aunque la corte os instruye que ella por sí sola no es suficiente para es-tablecer la'culpabilidad del acusado. La huida o fuga son circuns-tancias para ser apreciadas y ponderadas como tendientes a probar un sentimiento de culpabilidad, siendo la incumbencia del jurado el determinar su significación o insignificancia, así como el peso que merezcan considerando todas las circunstancias que concurren en el caso.” (T.E. págs. 18 y 14.)
Por último instruyó al jurado sobre las disposiciones de la Ley de Automóviles y Tránsito de 5 de abril de 1946, con respecto a la velocidad a que deben conducirse los vehículos y la obligación del que maneja un vehículo de detenerlo al ocurrir un accidente y dar su nombre, dirección y número de
En apelación señala el acusado-apelante que el tribunal de instancia incurrió en los siguientes errores:
1. — Al instruir al jurado con respecto a las disposiciones de la Ley de Automóviles sobre la huida o fuga o no informar la ocurrencia de un accidente y al negarse a instruirlo que podía traer un veredicto de culpabilidad por violación de la referida ley y absolutorio en cuanto a homicidio involuntario.
Arguye el apelante que si se le hubiese imputado como elemento de negligencia el haber guiado en estado de embria-guez o el haber corrido a mayor velocidad podía el tribunal-instruir al jurado sobre las disposiciones pertinentes de la Ley de Automóviles, pues en tales circunstancias se trata de-actos declarados delictivos por la referida ley; que no ocurre así cuando el acusado de un accidente se da a la fuga, pues este último hecho en sí no constituye negligencia; que en un caso como éste el jurado sólo puede recibir instrucciones sobre el delito por el que se está juzgando al acusado ya que la in-fracción a la Ley de Automóviles consistente en dejar de in-formar un accidente a la policía no está comprendida dentro del delito de homicidio involuntario.
Convenimos con el Procurador General que la jurispru-dencia citada por el acusado en apoyo de su tesis no es apli-cable, pues la misma se refiere a casos en que el tribunal de instancia a) condenó al acusado del delito de que se le acusaba aunque la prueba era bastante para sostener una acusación
Las instrucciones fueron definitivas en el sentido de que prueba de la huida de una persona inmediatamente después de la comisión de un crimen no es por sí sola suficiente para establecer la culpabilidad del acusado. Dijo el tribunal: “La huida o fuga son circunstancias para ser apreciadas y ponderadas como tendientes a probar un sentimiento de culpabilidad, siendo la incumbencia del jurado el determinar su significación o insignificación, así como el peso que merezcan considerando todas las circunstancias que concurren en el caso.” (Instrucciones, págs. 13-14.) Las instrucciones no fueron inconsistentes o irreconciliables entre sí y por lo tanto, el caso de Pueblo v. Alsina, 79 D.P.R. 46 (1956), citado por el acusado-apelante es inaplicable. El lenguaje del tribunal apelado fue mesurado y revela un rigor selectivo que garantizó la protección debida de los derechos del acusado. Pueblo v. López, 77 D.P.R. 607 (1954), cita precisa a la página 616.
2. — Al no instruir el tribunal al jurado sobre las tablas o reglas de velocidad de Blashfield.
Alega el acusado que habiendo el testigo Padilla declarado que el camión se detuvo a 20 pies del lugar del accidente, el jurado tenía prueba suficiente para recibir instrucciones sobre las tablas o reglas de velocidad de Blashfield que hubiera demostrado que el camión iba a una velocidad menor de 30 kilómetros por hora que no es equivalente a ir ligero
3. — Apunta el acusado-apelante como tercer y último error la insuficiencia de la prueba presentada para obtener un veredicto de culpabilidad.
Este error carece de fundamento. Se presentó prueba de que el acusado iba a una velocidad que no le permitió dominar el vehículo al frenar antes del accidente y, además, de que no ejerció la debida prudencia y circunspección en la conducción del vehículo al extremo de no ver, y por lo tanto, arrollar a Sánchez Montañez en una carretera recta y sin obstáculos y en circunstancias en que la visibilidad era suficiente para haber evitado el accidente. En esta última instancia era el jurado a quien correspondía dirimir cualquier conflicto en la prueba que pudiera existir. Su determinación declarando culpable al acusado está sostenida y encuentra
La sentencia apelada deberá ser confirmada.
Las disposiciones pertinentes de la Ley de Vehículos y Tránsito de 20 de julio de 1960 son las Secs. 5-101, 4-101 y 4-103 (9 L.P.R.A. sees. 841, 781 y 783).
En la otra opinión en este caso emitida por el Juez Todd, Jr., en la que concurrió el Juez Presidente Travieso se puntualizó que se les daba valor a dichas tablas “sin aceptar que debamos adoptarlas como un medio a ser aplicado en casos de esta naturaleza.” Véase, además, Morales Muñoz v. Castro, 85 D.P.R. 288 (1962).
Las circunstancias de este caso son distintas a las de los casos de Pueblo v. Ortiz Morales, 86 D.P.R. 456 (1962) y Pueblo v. Pérez, 79 D.P.R. 487 (1956), en que absolvimos a los acusados al concluir que los perjudicados en tales casos se adentraron inesperadamente en la carretera de manera que los accidentes que motivaron su muerte fueron inevitables.