99 P.R. Dec. 859 | Supreme Court of Puerto Rico | 1971
emitió la opinión del Tribunal.
La cuestión planteada en este caso es si los recurridos deben ser responsabilizados por los daños sufridos por la recurrente con motivo de una complicación de fístula al ser sometida a una histerectomía. Bajo las circunstancias de este caso, relacionadas a continuación, concluimos que no, y por lo tanto, confirmamos el dictamen del tribunal de instancia.
El médico cirujano recurrido, Dr. Carey C. Womble, practicó una histerectomía en la persona de la recurrente en 17 de octubre de 1963 en el hospital recurrido con motivo de habérsele desarrollado un carcinoma “in situ” (lesión maligna temprana) en el cuello de la matriz. El tribunal de instancia concluyó que:
*861 “Calixta fue dada de alta el 26 de octubre y se le dio cita para el primero de noviembre de 1963 cuando ella regresó donde Womble y le hizo constar que estaba perdiendo la orina cons-tantemente por la vagina y en tales cantidades que tenía que usar una toalla para protegerse.
El Dr. Womble le informó a Calixta que se trataba de una complicación de la operación, que tenía que volver a hospitali-zarse para nuevos exámenes y consultar a un urólogo.
El 5 de noviembre de 1963, volvió al Hospital San Lucas y Womble llamó al Dr. Gilberto Rodríguez, quien examinó a Calixta y encontró que tenía una fístula vesicovaginal. El 16 de noviembre de 1963, fue dada de alta de este tercer ingreso, acordando Womble y el Dr. Rodríguez que Calixta seguiría bajo tratamiento para las complicaciones urológicas con el último.
La fístula vesicovaginal es un roto en la vejiga conectando con la vagina que permite que la orina fluya de la vejiga a la vagina. En casos como éste, la fístula puede desarrollarse por la perforación de la vejiga durante la operación o por necrosis causada por los tejidos que se mueren.
Del expediente clínico, así como de la prueba pericial, no hay duda que la fístula se produjo como consecuencia de la operación que le hiciera el Dr. Womble a Calixta, pero no cree-mos que se tratara de una perforación durante la intervención y sí por necrosis causada por los tejidos que se murieron que es una complicación dentro de la operación que no significa necesariamente que hubo descuido o negligencia en la misma. Los peritos discrepan en cuanto a la causa de la fístula. La histerectomía abdominal que se practicó fue una operación com-plicada, de cuatro horas, donde encontraron quistes ováricos con adherencias. La paciente sangró bastante lo que oscurecía el campo operatorio.
El 27 de enero de 1964, Calixta fue asilada en el Hospital de Damas para ser operada para la corrección de la fístula. El 31 de enero, el Dr. Rodríguez la operó y permaneció en dicho hospital hasta el 27 de febrero. La fístula fue cerrada en esa ocasión.
Después de esta última operación siguió el flujo de orina por la uretra y tuvo que volverse a asilar en Damas, del 22 al*862 28 de junio de 1964, para exámenes con el ginecólogo, Dr. Edgardo Yordán, y por el propio Dr. Rodríguez.
El 6 de enero de 1965, Calixta volvió a hospitalizarse en Damas para ser operada el 7, ya que le continuaba la inconti-nencia de orina. Se le corrigió mediante cirugía una condición de uretrocelia preexistente al 17 de octubre de 1963, y se dio de alta el 27 de enero de 1965.
El 27 de marzo de 1966, fue ingresada en Damas hasta el 29 de dicho mes, debido a frecuentes dolores en la parte baja del abdomen. Se le encontró una hernia incisional, es decir, una hernia en el lugar de una de las operaciones, la que requiere una intervención quirúrgica adicional.
Las molestias de tener que usar constantemente, por casi cuatro meses, un tubo de goma con una botella para recoger la orina de las sondas, el mal olor, las operaciones a que fue some-tida, ocasionaron a Calixta Emmanuelli viuda de Torres grandes sufrimientos y angustias mentales.
Calixta ha incurrido en gastos, no cubiertos por seguro mé-dico y de hospitalización, en la suma de $649.78.
No encontramos que del expediente clínico correspondiente a la operación del 17 de octubre de 1963 surja que el Dr. Carey C. Womble fuera descuidado o negligente en la intervención quirúrgica. La fístula vesicovaginal es una complicación de la operación que no necesariamente demuestra que mediara des-cuido o negligencia del médico. No consideramos, ni en la vista del caso ni ahora, que hubiera algo sospechoso en el expediente clínico a que nos hemos referido [el de la histerectomía] y lo único que preocupó al Tribunal sobre el historial de la operación del 17 de octubre, fue adecuadamente aclarado sin que quedaran dudas en la mente juzgadora de cuál era el verdadero historial, o sea, el que aparece en copia fotostática, cuyo original no está unido al expediente.”
Basado en que (1) la prueba de la recurrente no demos-tró clara y definitivamente que el daño sufrido por ella sobrevino como consecuencia única y directa de un acto de negligencia del médico recurrido; (2) la negligencia de un médico no puede establecerse con una mera prueba de que el tratamiento seguido resultó infructuoso o que un mal re-sultado sobrevino y de que (3) a la luz de los hechos pro-
La prueba consistió del testimonio de tres peritos mé-dicos, el de la recurrente, el de un hijo de ella, el de la en-fermera Noemí Muñoz, y de los récords del hospital. La prueba pericial fue conflictiva.
La recurrente testificó que cuando despertó de la opera-ción tenía un gran dolor de cabeza y se encontró toda mojada en la cama; que llamó al Dr. Womble quien vino al día siguiente y al enterarse de la situación le admitió que “Mala suerte que usted tuvo en su operación . . . pues porque yo raspé demasiado la vejiga y noté que se perforaba.” Luego explicó los distintos tratamientos y operaciones a que fue sometida con motivo de la fístula que se le desarrolló en la vejiga. Explicó los sufrimientos y angustias que ha pasado con tal motivo. Testificó sobre los gastos en que incurrió con motivo de su enfermedad ascendente a unos $668; que informó a sus abogados de la referida admisión que le hizo el Dr. Womble. Esto ocurrió antes de la toma de la deposi-ción del Dr. Womble; que no le dijo a los doctores Rodríguez y Yordán de la referida admisión del Dr. Womble.
El perito de la recurrente, Dr. David Graubard testificó que su experiencia es en cirugía traumática en un 50% y el resto en cirugía general en hombres y mujeres; que no había hecho estudios o especialidad en ginecología o cirugía ginecológica. En cuanto a la causa de la fístula en cuestión declaró que su opinión era “que al hacer la histerectomía total el cirujano lesionó la vejiga por un pinche hemostá-tico, por una hemorragia o por disección de la vejiga . . . del cuello de la matriz.” Enseguida añadió que después de un estudio más cuidadoso “basado en los hechos subsiguien-tes” su opinión era que “una sutura puesta incorrectamente a través de la pared de la vejiga fue la causa básica de la fístula vesicovaginal. La razón para esto es que en 18 de
El otro perito de la recurrente fue el Dr. Gilberto Ro-dríguez, especialista en urología. Testificó que en operaciones de histerectomía se producen fístulas en dos grupos de casos. Uno son los casos de descuido como “aquellos en que se corta directamente la pared de la vejiga y de la vagina con unas tijeras, con un bisturí . . . una pinza . . . una aguja al coger una sutura . . . una disección violenta con las manos . . . podría con el dedo perforarse la vejiga. Un retractor que se use para separar podría perforar la vejiga . . .”; que el segundo grupo es el de los casos en que la fístula no es debido a descuido, siendo estos casos aquellos ven que la fístula se produce “debido al tumor ... a un parto defectuoso . . . que la vejiga pueda tener un defecto, algunas enfermedades . . . como sífilis”; y que este caso no cae dentro del referido se-
El Dr. Alberto Castañer, perito de los recurridos testificó que es miembro y está certificado en su especialidad desde el año 1958 por el American College of Obstetrics and Gine-
Se tomó una deposición del Dr. Womble ante el juez sentenciador en 15 de septiembre de 1965. Testificó que tiene 22 años de practicar en'medicina-general con especialidad en cirugía abdominal, habiendo realizado unas doscientas
La enfermera Noemí Muñoz, supervisora de la sala de operaciones, testificó que el récord de la operación de la recurrente le fue dictado a medida que se realizaba por el Dr. Womble, en parte a ella y al tenerse que ausentar ella,
A continuación relacionamos la doctrina jurisprudencial aplicable a las circunstancias de este caso.
En Sáez v. Municipio de Ponce, 84 D.P.R. 535 (1962), reafirmamos la doctrina que establecimos en Rivera v. Dunscombe, 73 D.P.R. 819 (1952), con respecto a la responsa-bilidad del médico por los daños sufridos por un paciente. Huelga repetirla. En Ramos Orengo v. La Capital, 88 D.P.R. 315 (1963), reafirmamos la doctrina de que en ausencia de prueba en contrario, asiste a los profesionales la presunción de que en el desempeño de sus funciones han ejercido un grado de cuidado razonable y de que el tratamiento dado al paciente fue el adecuado. Corresponde al demandante con-trovertir esta presunción mediante prueba que demuestre
Si la evidencia señala más de una causa probable del daño, no puede imponerse responsabilidad al médico a menos que del conjunto de la prueba surja que la actuación negligente atribuida a éste es la que con mayores probabilidades la causó. Ritter v. Sivils, 293 P.2d 211 (Ore. 1956).
En los casos de daño dentro del área de la operación hay circunstancias en que se ha aplicado la doctrina de res ipsa loquitur cuando, de acuerdo con los hechos, el daño no hubiese ocurrido en ausencia de negligencia de parte del médico demandado.
El caso de Tomei v. Henning, 431 P.2d 633 (Cal. 1967), es ilustrativo de este grupo. En este caso el demandado rea-lizó una histerectomía a la demandante. Durante la opera-ción accidentalmente le suturó el ureter derecho en dos partes lo que requirió luego la remoción del riñón derecho. El de-mandado admitió que suturó el uréter. Alegó fue un acci-
Por el contrario, en otros casos de daños dentro del área de la operación, se ha resuelto que la doctrina de res ipsa loquitur no es de aplicación porque el daño, de por sí, no prueba la negligencia del demandado.
En Siverson v. Weber, 372 P.2d 97 (Cal. 1962), a los 10 días de una histerectomía apareció un escape de orina por la vagina de la paciente demandante. Se encontró una fístula vesicovaginal. La demandante testificó que el ciru-jano señaló hacia un cuadro sobre la mesa y dijo: “Debo haber puesto una sutura a través del ‘bladder flap’ (el tribunal dijo que este término se usaba para referirse a la reflección vesico-uterina de la membrana que cubre el interior de la cavidad abdominal) lo que causó la fístula.” El cirujano negó haber dicho tal cosa y explicó que tal sutura es un pro-
Consideremos a continuación los apuntamientos de la recurrente a la luz del anterior resumen de la prueba y del derecho aplicable previamente expuesto.
1. — Arguye la recurrente que el tribunal de instancia aplicó un criterio equivocado al aquilatar la prueba, el cual se ha descartado ante la situación de indefensión o infe-rioridad en que se encuentra la recurrente en casos de res-ponsabilidad profesional.
Los casos citados por la recurrente no sostienen este apuntamiento. En unos, las circunstancias justificaban la inferencia de negligencia.
Ninguna otra razón aduce la recurrente que nos induzca a modificar o sustituir la doctrina imperante. Por el con-trario, el récord demuestra que ella pudo conseguir dos mé-dicos peritos que testificaron a su favor cuyo testimonio con-flictivo fue correctamente aquilatado por el tribunal de ins-tancia como demostraremos más adelante.
. 2. — Apunta la recurrente que el tribunal de instancia incidió al aplicar la doctrina de la práctica aceptada y seguida por la profesión médica porque se basó en una copia del récord de la operación la cual aparece alterada no teniendo el tribunal otra prueba de cómo se realizó la operación y que fue esa copia alterada del récord lo que sirvió al perito del recurrido para opinar que en la operación se siguió la práctica generalmente aceptada.
En el récord aparece copia fotostátiea del récord original dictado por el recurrido cirujano mientras realizaba la pri-mera operación en este caso y firmado por él al concluirla. Debemos asumir que los peritos examinaron y basaron su testimonio tanto en esta copia del original admitida en evi-
3. — Arguye la recurrente que al tribunal de instancia aplicar la referida doctrina ignoró que en este caso hubo desviaciones de la práctica en cuestión.
Si bien es cierto que el Dr. Graubard testificó que el récord no demuestra que se hicieran exámenes de sangre y orina inmediatamente antes de la operación (se habían hechos varios días antes) y que las órdenes post operatorias se escribieron el día antes de la operación, lo cual a su juicio es una práctica pobre, no se demostró que estas circunstan-cias contribuyesen en forma alguna al desarrollo u ocurrencia de la fístula.
Apunta también la recurrente que el tratamiento post operatorio se apartó de las prácticas aceptadas. Asumimos que se base en el testimonio de la recurrente. Sin embargo, esto no está sostenido por el récord del hospital y está en claro conflicto con el testimonio del médico recurrido. Diri-mida la cuestión por el tribunal de instancia, no encontramos justificación para intervenir con su apreciación de la prueba.
4. — Se señala que el tribunal de instancia no tomó en consideración el testimonio del perito Dr. Graubard.
Es cierto que no le dio crédito a dicha prueba pero no podemos convenir con la recurrente que el tribunal carecía de fundamento para ello. El testigo no era un especialista en el campo genito-urinario. Su opinión de que la fístula en este caso se debió a una sutura realizada incorrectamente a través de la pared de la vejiga no encuentra apoyo ni en el récord médico del caso ni en el testimonio del Dr. Rodríguez, perito de la recurrente y quien la operó para eliminar la fístula por lo que estaba en mejor posición que ningún otro de corroborar la opinión del Dr. Graubard sobre la causa de la fístula. Sin embargo, no se le preguntó específicamente sobre esto y si al operar encontró tal sutura o condición que en alguna forma justificase que se había hecho.
Por el contrario, la conclusión del tribunal de instancia de que la fístula no ocurrió por descuido o negligencia del médico recurrido está ampliamente sostenida por la prueba. Ésta demuestra que la fístula es más bien un riesgo inhe-rente en toda histerectomía y puede ocurrir aun cuando la operación se realice con cuidado y de acuerdo a la práctica aceptada y seguida por la profesión médica en tales casos. Siverson v. Weber, supra.
5. — Apunta la recurrente que el tribunal hizo caso omiso del testimonio del Dr. Gilberto Rodríguez sobre todas las posibles causas de la fístula y que la que se desarrolló en este caso está en el grupo de las causadas por descuido o negligencia, testimonio que justificaba aplicar la doctrina de res vpsa loquitur.
Si bien es cierto que el testimonio del Dr. Rodríguez en parte sostiene la inferencia de que la fístula en este caso cae dentro del grupo de las que ocurren por descuido, no es menos cierto que este testigo testificó que en las histerecto-mías existe una incidencia de fístula en un 10% de los casos; que la fístula pudo ocurrir por degeneración o disturbio o disminución de la afluencia de la sangre; que la laceración de la vejiga en estos casos puede ocurrir con carencia absoluta de negligencia y que, basado en el récord, no creyó que el Dr. Womble incurriera en negligencia de clase alguna en la operación de la recurrente.
Asimismo, el Dr. Castañer testificó que el riesgo más grande en una histerectomía es una necrosis, o sea, daño a la vejiga y los uréteres aunque se opere bajo las técnicas y
Como dijo el tribunal en Siverson v. Weber, supra, en casos como éste no es permisible una inferencia de negligencia.
6. — El tribunal no le dio crédito al testimonio de la recurrente constitutivo de una admisión del Dr. Womble de que durante la operación “había raspado la vejiga” testimonio que no fue contradicho.
Este testimonio no fue contradicho por la única persona que lo podía contradecir que era el Dr. Womble. La razón es obvia. Durante su deposición (la que se hizo necesaria porque el testigo se ausentaba para ingresar en un seminario para estudiar el sacerdocio) el Dr. Womble fue interrogado sobre todos los aspectos del caso. Sus abogados, presumible-mente, no tenían conocimiento de la alegada admisión. Sin embargo, la recurrente, que tenía tal conocimiento, no se ocupó de interrogarlo sobre la misma. Por otra parte, del testimonio del Dr. Womble resulta dudoso que la hiciese. Tanto los récords de la recurrente como paciente del hospital recurrido con motivo de la histerectomía a que allí fue some-tida, como el testimonio del Dr. Womble, y en cierto grado el del Dr. Rodríguez, contradicen y refutan el de la recurrente al efecto de que al despertar de la operación notó que mojaba la cama con orina insinuando que desde ese momento existía la fístula (lo que significaba que se había perforado la vejiga durante la operación) en cuestión. Los peritos estuvieron contestes en que esta complicación apareció a los seis días de la operación de manera que la fístula se desarrolló por necrosis de tejido de la vejiga. Esta circunstancia tendía a restarle credibilidad al testimonio de la recurrente. No existe justificación en el récord, por lo tanto, para concluir
7. — Al apuntar que el tribunal de instancia pasó por alto la disposición del Art. 162 de la Ley de Evidencia, la re-currente arguye que no se trajo al Dr. Womble para explicar la cuestión de la copia alterada del récord de la operación ni se adujo el testimonio de los anestesistas y otros asis-tentes mencionados en el récord de la operación, prefiriendo descansar en el récord débil e insatisfactorio de la enfer-mera Noemí Muñoz, razón por la cual el tribunal debió con-siderar con sospecha el testimonio de ésta, la copia del in-forme y el récord en su totalidad.
El apuntamiento carece de mérito pues de las conclu-siones de hecho aparece que el tribunal de instancia en lo que al historial de la operación se refiere descansó en la copia fotostática del historial dictado por el Dr. Womble durante la operación y firmado por él y no en la copia del mismo hecho por la enfermera Muñoz y que aparece con interlinea-dos y otras alteraciones.
8. — Apunta la recurrente que el balance más racional, justiciero y jurídico de toda la prueba señala hacia una conclusión distinta a la que llegó el tribunal de instancia.
El resumen que hemos hecho de la prueba y el análisis de la misma no sostienen este apuntamiento.
Basta repetir que hay justificación en la prueba para que el tribunal de instancia (1) no diese crédito a la alegada admisión de negligencia del Dr. Womble, así como al testi-monio del Dr. Graubard; (2) por el contrario, diese crédito al testimonio de los doctores Rodríguez y Castañer de que la fístula es un riesgo inherente en la operación de histerec-tomía aun ejerciéndose el mayor cuidado y destreza de acuerdo a la práctica aceptada y seguida por la profesión médica en estos casos; (3) no aplicase la doctrina de res ipsa loquitur en armonía con lo resuelto en Siverson v. Weber, supra; y
En vista de lo expuesto, debe confirmarse la sentencia del tribunal de instancia que desestimó la demanda en este caso.
Véanse, además, Clark v. Gibbons, 426 P.2d 526 (Cal. 1967); Landermans v. Hamilton, 41 Cal. Rptr. 335 (1964); Horner v. Northern Pacific Ben Ass’n. Hospital, 382 P.2d 518 (Wash. 1963); Gerbart v. Fresno Medical Group, 31 Cal. Rptr. 633 (Cal. 1963); CHO v. Hempler, 2 Cal. Rptr. 167 (1960); James v. Spear, 338 P.2d 22 (Cal. App. 1959); Guillen v. Martin, 333 P.2d 266 (Cal. App. 1958); Higdon v. Carlebach, 83 N.W.2d 296 (Mich. 1957).
Véanse, además, Schofield v. Idaho Falls Latter Day Saints Hosp., 409 P.2d 107 (Idaho 1965); Buchanan v. Downing, 394 P.2d 269 (N. Mex. 1964); Di Filippo v. Preston, 173 A.2d 333 (Del. 1961); Shockley v. Payne, 348 S.W.2d 775 (Texas 1961); Christian v. Widmington General Hospital Ass’n., 135 A.2d 727 (Del. 1957); Bettigole v. Diener, 124 A.2d 265 (Md. 1956); Robinson v. Wirts, 127 A.2d 706 (Pa. 1956).
Hundley v. St. Francis Hospital, 327 P.2d 131 (Cal. App. 1958); Goodwin v. Hertzberg, 201 F.2d 204 (D.C. Cir. 1952); Byrom v. Eastern Dispensary & Casualty Hosp., 136 F.2d 278 (D.C. Cir. 1943); Christie v. Callahan, 124 F.2d 825 (D.C. Cir. 1941).