75 P.R. Dec. 298 | Supreme Court of Puerto Rico | 1953
emitió la opinión del tribunal.
José Guadalupe Rivera y Efraín Carmona Diez fueron juzgados y convictos de hurto mayor en el anterior tribunal de distrito. ■ Apelan de la sentencia que condenó a cada uno a sufrir la pena de uno a dos años de presidio. Sostienen en apelación (a) que el tribunal sentenciador no debió haber permitido que el dueño de los objetos hurtados declarara sobre el valor de los mismos sin ser un perito, y (ó) que de los autos no surge suficiente evidencia al efecto de que dichos objetos valían $100 o más.
La acusación imputaba a los acusados haber hurtado del automóvil de Stewart G. Lewis tres gomas, tres aros de goma, dos tapabocinas y dos tapaguardalodos, valorados
En el presente caso la única evidencia sobre el valor fué aportada por el dueño de los objetos hurtados, Stewart G. Lewis. Sobre este punto declaró lo siguiente: “Fiscal: (T. E. pág. 8) P. — Siéntese testigo. ¿Cuál es el valor de esos artículos que usted ha señalado? R. — Como ciento treinta y cinco dólares ($135). Hon. Fiscal: Nada más, señor Juez. Defensa: — (T. E. págs. 9 a 13) P. — ¿Puede usted decirle al Hon. Tribunal por qué usted dice que todas esas gomas y esas ruedas valen alrededor de ciento treinta y cinco dólares? R. — Porque cada rueda con su goma valen de treinta y cinco a cuarenta dólares, y esas otras piezas que están ahí valen alrededor de diez dólares. P. — ¿Compró us-ted esas gomas, esas tapabocinas y demás separadas del
No podemos convenir en que el tribunal sentenciador cometiera error al permitirle a Lewis declarar en cuanto al valor de los objetos hurtados no empece el hecho de que Lewis no había cualificado como perito. En III Wigmore on Evidence (3ra. ed.) se dice a la pág. 48 que “Al dueño de un objeto, esté o no familiarizado con tales valores, ciertamente debe permitírsele estimar su valor; el peso de su testimonio (que a menudo sería de escaso valor) puede dejarse al ju-rado; y por lo regular los tribunales no han objetado esta política.” Al mismo efecto, Warren v. State, 45 S.E.2d 726, 727-8 (Ga., 1947), donde se sostuvo una sentencia por hurto a base del testimonio del dueño al efecto de que “Yo creo que todo eso valdría aproximadamente $22”; People v. Haney, 126 Cal. App. 473, 475 (1932) ; Caten v. Salt City Movers & Storage Co., 149 F.2d 428, 433 (C.A.2, 1945) ; Shotwell v. Bloom, 140 P.2d 728, 735 (Cal., 1943); Brenton v. Sloan’s United Storage & Van Co., 42 N.E.2d 945, 946 (Ill., 1942) ; véase State v. Handler, 50 P.2d 977 (Kans., 1935).
La única cuestión restante es si el testimonio en cuanto al valor fué suficiente para sostener la sentencia por hurto mayor. Lewis declaró que las gomas, los aros y los otros objetos valían como $135, a base de $35 a $40 cada aro con su goma y aproximadamente $10 los otros objetos. La corte sentenciadora eliminó el testimonio en cuanto al valor estimado de los tapabocinas y de los tapaguardalodos.
La jurisprudencia es al efecto de que “cuando un testigo declara en términos generales en cuanto al valor de un artículo de uso común, se asumirá que se refiere al valor en el mercado, a menos que de la declaración surja que el valor se basa en alguna otra consideración.” Carson v. State, 236 Pac. 627, 628 (Okla., 1925) ; Filson v. Territory, supra; Johnson v. State, 83 S.W. 651, 653 (Ark., 1904). Creemos que esta regla es aplicable al testimonio de Lewis. Éste no declaró que ninguna goma en particular le había costado $35 ó $40; más bien, dijo que cada goma con su aro valía de $35 a $40. Y, como hemos visto, tiene derecho a dar su opinión en cuanto al valor, basada en su experiencia como dueño. El juez sentenciador aparentemente entendió que el testigo declaraba en cuanto al actual valor en el mercado, y no solamente en cuanto al costo de las gomas cuando ■éstas se compraron; el juez sentenciador correctamente indicó que “el testigo valoró en treinta y cinco o cuarenta •dólares cada goma con el aro.” Es cierto que la corte sentenciadora dijo posteriormente, al resolver una moción eliminatoria, que “el testigo ha pagado gomas a ese precio.” Pero toda vez que Lewis declaró que él no había comprado estas gomas específicas separadas del automóvil, el juez, al hacer esa manifestación, aparentemente se refería a la anterior experiencia del testigo.
Si el testigo hubiera declarado que él había comprado las gomas y aros por $35 ó $40 cada uno y éste fuera ■el único testimonio en los autos en cuanto al valor de los objetos robados, convendríamos con los acusados que estaríamos constreñidos a revocar la sentencia condenatoria por insuficiencia de prueba. Ni el costo original ni el de reposición pueden usarse aquí como la única norma de valor; así hacerlo equivaldría a hacer caso omiso de la depreciación en el valor de las gomas y los aros debido al uso. Reed v. Com
La sentencia del anterior tribunal de distrito será con-firmada.